Ludwig Streicher. Episodios de su vida relatados por él mismo. (V) Otros tiempos

Hoy se cumplen 10 años desde que el profesor Ludwig Streicher (1923-2003) nos dejó. Le echamos de menos, profesor.

Otros tiempos

Pertenecí 29 años a los Filarmónicos de Viena, desde 1945, y con ellos viví los tiempos más bonitos. Bueno, a veces no tan bonitos, pero he tenido la oportunidad de trabajar con todos los grandes directores de entonces, los Bruno Walter, Dimitri Mitropoulos, Furtwängler, Knappertsbusch, después Fritz Reiner, Pierre Monteux y más tarde Bernstein y Karajan. Francamente eran buenos tiempos, y la orquesta era una agrupación de ensueño.

A veces no me resultaba fácil subordinarme al director porque soy una persona muy temperamental. Pero esto dependía mucho del director. Cuando un director es malo, si nosotros tocásemos como realmente él dirige, sería una catástrofe porque un director es como un jinete y la orquesta es como un caballo. Los músicos ya perciben en el primer ensayo si el hombre entiende algo de su oficio, de cómo frasea, o si simplemente chapucea. Cuando perciben una buena dirección, el director puede hacer con ellos lo que quiere. Pero cuando llega uno, que aún no está maduro, aunque se corte en pedazos, aunque dé saltos al aire de un metro, nada le vale. El director no debe limitar a la orquesta, si no facilitar su desarrollo para que haga música libremente, porque cuánto mejor es una orquesta, mejor toca camerísticamente. Allí nos escuchábamos unos a otros y si nos decíamos: » Chicos, no le miréis! ¡ Nos miramos entre nosotros!», lo cual sucedía con bastante frecuencia, ya podía hacer lo que quisiera el director que nosotros hacíamos nuestra música de cámara, sin que él nos molestara.

Los grandes directores no siempre eran agradables, pero siempre era una gran experiencia tocar con ellos. Por ejemplo una vez ensayando la Cuarta Sinfonía de Brahms con Furtwängler, marcamos con un lápiz el número de veces que nos interrumpió. En un sólo movimiento que ensayamos durante una hora y media nos había interrumpido ¡sesenta y cuatro veces!. Con él se llegó a otro mundo. Era frecuente en aquellos directores repetir diez veces dos tonos en un pasaje, cosas que los directores de ahora simplemente pasan por alto. Muchas veces decía a mi compañero Hermann: «Te acuerdas Hermann? Aquí interrumpía, y aquí, y aquí. También hoy se debería interrumpir aquí…».

Pero hoy no es lo mismo que antes. Hoy todo se ha vuelto un poco más superficial, aunque tengo que decir, que los instrumentistas de hoy están mucho mejor preparados que los de entonces y también son más flexibles. No quiero ofender a los señores de entonces, pero ahora estamos en otra época. La culpa de esto también la tienen los malditos micrófonos – ¡como éste que tengo delante!

de robertoterron

Deja un comentario